Mi maternidad… Semi-analfabeta

Enviado por: Li enero 8, 2018 2 comentarios

Cuando empecé con el tratamiento, decidí que no quería saber más de lo que debía y que era mejor vivirlo paso a paso. Cuando me quedé embarazada, decidí que si eso de ir de burra me había funcionado bien durante el tratamiento, seguiría con la misma estrategia. Y como también me funcionó durante el embarazo, es la misma estrategia que estoy aplicando ahora que soy madre.

No sé qué le tiene que pasar a mi bebé en cada semana de vida. No tengo ni idea de lo que es ‘normal’ ni de cuando es ‘normal’ que haga o que deje de hacer cualquier cosa. No me sé los síntomas de cada enfermedad que puede tener, ni tengo ni idea de marcas de nada. No sé cuándo tendré que pasarlo del capazo a la silla (bueno, sí, en breve porque no cabrá) ni tampoco qué vacunas le tocan después de la próxima, que es la Bexero. No sé cuándo dejaré de dar el pecho ni si pasaré a las papillas o le daré de comer trocitos. Igual soy una madre catastrófica, pero me ha funcionado muy bien eso de ir enfrentándome a las cosas a medida que llegan.

Mi madre siempre dice que yo fui asquerosamente precoz en eso de hablar. Nací en junio y más o menos en Pascua ya era capaz de decir bastantes cosas coherentes. Cuenta que un día me llevó a comprar y que yo le dije algo como: «mamá, compra pimientos, tomates, patatas…». Lo más probable es que no supiera lo que decía, pero mi madre me lo debía repetir cada vez que íbamos juntas a comprar. Una señora se quedó mirando y le dijo: «¿Eso lo ha dicho esta niña?» y mi madre se enfadó porque la señora me miraba como si fuera un bicho raro. Para mi madre, que no tenía más hijos ni más experiencia, yo era lo normal. Luego llegó mi hermano, que habló cuando tenía que hablar y eso hizo que mi abuelo se preocupara por si el niño ‘no estaba bien’. Y claro que lo estaba, es un millón de veces más inteligente que yo, pero habló más tarde.

Para mí, lo que hace mi hijo cada día es lo «normal», sin tener ni puta idea de si es lo que toca o no es lo que toca. De hecho, como tuvo la depresión neonatal y la pediatra es ultra-cauta, a la mínima lo pone bajo la lupa. En la revisión de los dos meses no levantó bastante el cuello (culpa nuestra, que no habíamos entendido bien qué teníamos que hacer cuando lo poníamos boca abajo) y lo mandó a rehabilitación. Ahora levanta la cabeza, el pecho, intenta ya voltearse cuando está boca arriba y se voltea cuando está boca abajo. ¿Eso es lo normal? No tengo ni puta idea, pero es lo que hace mi hijo y para mí es lo cotidiano.

Odio que me pregunten: ¿Ya hace nosequé? Creo que hay que dejar a cada niño que vaya a su ritmo sin condicionarnos. Obviamente, cuando hay señales de alarma hay que mirarlas, pero creo que es mejor dejar que cada bebé crezca y evolucione a su ritmo. Al final, todo acabará llegando, hasta la adolescencia.

(En la foto, Vampirito haciendo el posado veraniego)

Autor: Li

Deja una respuesta

2 comentarios

  • Ole, ole y ole, no puedo estar más de acuerdo. Yo vivo más tranquila sin saber qué «tiene que hacer» esta semana mi niña y qué no, y me parece una estrategia estupenda. Y lo del «¿ya hace nosequé?» o el «pues mi niñ@ cuando tenía X meses ya nosequénosecuántos» es realmente molesto, doy fe. Y los X meses coinciden siempre con los de tu bebé, claro. ¡Que son bebés! Unos tardarán más en unas cosas y menos en otras, y no pasa absolutamente nada. Me niego a entrar en competiciones de mamis e hij@s. Mi niña está sana y feliz, eso es lo que importa.
    Y también me pasa mucho eso de que se queje o llore y me pregunten qué le pasa, y yo: pues ni idea xD A veces es hambre, otras sueño, y otras simplemente no lo sé, y tampoco me agobia en absoluto. Es un bebé, los bebés lloran y se quejan a veces, así que mientras no sea nada exagerado no tengo porque calentarme la cabeza.
    En fin, que me apunto a la maternidad semi-analfabeta. Y sigue siendo malhablada, que mola 🙂

    • Li

      jajaja gracias por animarme a seguir siendo malhablada. Solo de pensar que tendré que cortarme delante de Víctor cuando empiece a tener uso de razón, tiemblan los cimientos de mi personalidad