Infertilidad y gamificación

Enviado por: Li julio 31, 2017 No hay comentarios

Cuando empiezas un tratamiento de fertilidad, lo quieres todo y lo quieres ya. Tampoco ayuda el hecho de que en las clínicas te lo intenten vender todo fácil porque no olvidemos que se trata de eso, de vender. Estamos optimistas, nos lo ponen fácil… Todo tiene su lógica. Luego empiezas y te das cuenta de que esto ni es fácil, ni es rápido ni tiene una única respuesta.

Cada uno se toma estos procesos como le da la real gana y a V y a mí nos funcionó mucho lo de ir de analfabetos infértiles, no querer adelantar acontecimientos y no tener demasiadas expectativas. Es decir, sabíamos que iba a ser complicado y que probablemente necesitaríamos más de un intento. Asumir que puede no funcionar y mantener las expectativas bajo control fue fundamental para poder enfrentarnos al proceso con tranquilidad. Si esta no funciona, habrá otra. También intentamos centrarnos en los pequeños éxitos: si conseguíamos un blasto, era que mis pocos óvulos aún eran buenos. Si el blasto pasaba el DGP pero no implantaba, confiábamos en que con algo más de tiempo y de dinero lo conseguiríamos.

Para V todo esto fue un proceso de gamificación (pongo enlace por si alguien no sabe lo que es), como pasarnos unos meses jugando a la Play, aprendiendo en cada pantalla, saltando plataformas, matando monstruos de final de fase y descubriendo que el juego no se termina nunca porque siempre hay otro monstruo más grande y más cabrón y tú te vuelves aún más pequeñita.

  • SER ANALFABETOS INFÉRTILES. Yo pregunté muy poco durante el tratamiento y traté de no dejarme llevar por las experiencias de otras personas. Esto es totalmente personal, pero yo decidí confiar en mi médico y no poner en duda su criterio. Podía haberme equivocado pero acerté aunque tal vez fue cuestión de suerte. No pregunté por qué no me daba otra medicación ni por qué no me recomendaba, por ejemplo, vitrificar.  Me dio tranquilidad pensar que estaría haciendo lo que considerara mejor para nosotros y me dejé guiar. Hubo un punto en que decidí desconectarme totalmente de Twitter porque no quería leer sobre otros tratamientos ni poner en duda lo que me decían. No tener ni idea me funcionó bien y lo conté en este post. Si no hubiera funcionado, hubiera tenido que aprender otras muchas cosas que hubieran venido después, en su justo momento. Porque, y pasamos al punto 2, yo pasaba de adelantar acontecimientos.
  • NO ADELANTAR ACONTECIMIENTOS. Aprendes pronto que no tiene ningún sentido calcular fechas ni esperar nada. Igual la estimulación va lenta, igual los embriones no evolucionan… Cada día es una batalla y cada batalla hay que superarla. El primer paso es la estimulación y no tiene sentido estar pensando en la transferencia. Céntrate en lo que toca y no en lo que viene después porque igual no viene y la leche es el doble. Nosotros intentamos vivir cada micro-paso como una pantalla de un vídeojuego con un monstruo final. La punción era un monstruo, la vitrificación-DGP era otro monstruo y la transferencia-betaespera era otro. Pensar en dos monstruos más allá solo servía para no centrarnos en el punto en el que estábamos. A día de hoy, con 6 meses de embarazo, seguimos con monstruos y pantallas.
  • MODERAR LAS EXPECTATIVAS. A mis 38 años (ya 39) y con baja reserva ovárica, las esperanzas eran las que eran. Recuerdo cuando el médico me dijo, antes de empezar, que necesitaba cuatro ovocitos y pasé la estimulación con solo dos folis y solo uno fue maduro. Sabía que no estaba respondiendo cómo él esperaba y que en cualquier momento me podían cancelar. También sabía que, por pura estadística, era muy complicado tener éxito con mis circunstancias. Podía haberme plantado en la consulta y haberle dicho al médico que por qué no acumulábamos, pero, volviendo al punto 1, decidí asumir este primer tratamiento como una analfabeta infértil, confiar y dejarme llevar. Sigo diciendo que mi suerte no fue normal, pero es importante no esperar que a la primera salga todo bien y que tengas embriones para pasarte 10 años pariendo. Seamos serias.
  • UN POCO DE EMPATÍA. Me paso la vida cagándome discreta y silenciosamente en mis clientes, los que creen que haber hecho un cursillo online o que pasarse todo el día delante del ordenador les convierte en expertos en mi curro. También maldigo a los que vienen a exigirme xxx acción porque a su vecino le ha funcionado, sin pararse a pensar que su negocio y su realidad no tienen nada que ver con las de su vecino. Cuando un cliente desconfía de mí, le digo abiertamente que se busque a otro profesional. Pensé que esa misma actitud, pero a la inversa, debía ser la que adoptara con mi equipo médico. Primero confío y, si veo que las cosas no van bien, entonces hablamos, pero mi primera idea fue guardar el mismo respeto que me gusta que me tengan a mí cuando estoy trabajando. Repito que, por suerte, mi experiencia fue muy buena y no tuve ningún motivo para poner en duda a mi médico. Si hubiera tenido que poner en duda su criterio, lo hubiera hecho.
  • MUCHA PACIENCIA. Yo nunca he sabido qué es eso de la paciencia, pero embarcarse en un proceso de reproducción asistida es armarse de paciencia y vivir de otra manera. Las cosas no son ya. No tenemos respuestas rápidas, fáciles y directas. Los embriones no evolucionan a la velocidad que nosotros queremos. El endometrio no siempre engorda para el día que teníamos en mente. No aparecen los síntomas cuando queremos… Vivimos en una sociedad tan centrada en la maldita inmediatez que solo las esperas ya nos frustran. Queremos embriones, queremos respuestas, queremos positivos, lo queremos todo y lo queremos ya. Si ya tenemos una tolerancia a la frustración bastante bajita por defecto, el tema se complica cuando a las dificultades añadimos las esperas.
  • NO HAY UN MONSTRUO DE FINAL DE FASE. También aprendes pronto que las alegrías duran poco porque, al terminar una pantalla, empieza la siguiente. Salté de alegría cuando me dijeron que tenía un embrión y luego lloré cuando me dijeron que estaba sano. Saboreas las alegrías el tiempo justo para pensar que pasas de pantalla y, por tanto, la dificultad crece. Nos da por pensar que el positivo es el fin (ay! Hollywood!), pero te das cuenta de que, a medida que recorres camino, los desengaños duelen más. El positivo, la beta, la eco, el saco, el latido, que siga latiendo y siga creciendo, el test prenatal, que todo esté bien en la eco de las 20 semanas, que todo siga bien… Y en mi caso, que no me ponga de parto. Y cuando matemos a este monstruo, llegará otro al que tenemos que enfrentarnos. Molaría pensar que en algún punto puedes estar tranquila y feliz, pero mientras el juego lo terminas, aquí solo estás al inicio del camino.

Y repito, porque en este mundo de internet la gente vive a la defensiva sin parar y se lo coge todo con papel de fumar: esto es lo que nos funcionó a nosotros, que tuvimos una suerte estratosférica y nos quedamos a la primera. Ni fuimos ni somos ejemplo de nada ni pretendemos dar lecciones de cómo asumir un tratamiento de infertilidad. No digo que no haya que preguntar nada ni discutir las cosas en las que no estés de acuerdo, solo cuento qué hicimos y por qué lo hicimos. Cada uno y cada una que vivan su infertilidad y su vida como les dé la gana, faltaría más.

(La foto es de la guirnalda para Candela, ese entretenimiento de mis tardes de reposo…)

Autor: Li

Deja una respuesta